En la Argentina, existe la fotografía desde 1843, año en que llegó el daguerrotipo cruzando el río, desde Montevideo. Aunque hay historiadores a quienes las fotos les interesan menos que a otros -yo estoy entre los otros-, creo que nadie puede negar la ayuda impresionante que una imagen de esa índole posee, a la hora de internarse en el pasado.
Se ha repetido hasta el cansancio que, para quien sabe examinarla, una fotografía ofrece una suma de información cuantiosa, en cantidad y en variedad. Es decir que, fuera de toda discusión, la foto constituye una fuente de gigantesca importancia en el acto de investigar.
En lo personal, he armado con los años un archivo que, por encima de su despareja calidad, creo bastante completo. Abarca desde las imágenes más antiguas, hasta la década de 1920 aproximadamente: originales y reproducciones. De muchas conservo negativos, pero de todas hice copias en papel: papel brillante, que evita lidiar con tramas a la hora de imprimir.
En los tiempos que vivimos, las fotos se guardan por millones en archivos de la computadora o se graban en cd. No tengo demasiada confianza en la perduración de esos archivos en el tiempo, y por eso aconsejo copiarlas en papel en todos los casos. Hoy, fotografías que tienen un siglo y medio de vida continúan nítidas y disponibles. No sabemos qué pasará con las otras.